La hazaña transamericana del delicado colibrí rufo


Por Ainhoa Magrach, Ikerbasque Research Fellow, Ecology, bc3 - Basque Centre for Climate Change
Fuente de imagen: Jennifer Bosvert/Shutterstock

Desde hace décadas, nos asombra el comportamiento migratorio de algunas especies de animales. Todos los años, mamíferos, aves, reptiles, peces e insectos llevan a cabo viajes increíbles alrededor del planeta. Estos viajes se dan desde las zonas donde pasan el invierno a las zonas donde se reproducen.

Nos tienen maravillados no solo por las asombrosas distancias que cubren (el charrán ártico vuela 80 000 km al año entre el Ártico y los océanos antárticos ), sino también por su regularidad. Aún somos incapaces de explicar cómo estos animales siguen las mismas rutas año tras año.

Funciones de las especies migratorias

Las especies migratorias realizan importantes funciones en los ecosistemas. En algunos casos, contribuyen a la reproducción de algunas plantas a través de la dispersión de sus semillas. Las semillas pueden llegar a recorrer cientos de kilómetros adheridas a plumas o pelos, o dentro del tracto digestivo.

Un estudio reciente encontró semillas en un 1,2 % de los halcones de Eleonora analizados durante su migración entre Europa y África. Estos fenómenos de dispersión de larga distancia podrían ayudarnos a entender mejor la distribución de algunas especies de plantas.

En otros casos, las especies migratorias pueden facilitar el intercambio de polen entre flores de la misma especie de planta. Un ejemplo son las mariposas monarca. Esta especie hace un viaje de ida y vuelta entre el sur de Canadá y el centro de México todos los años, alimentándose de diferentes especies de algondoncillos (plantas del género Asclepias). Lo más sorprendente es que esta migración no la completan los mismos individuos, sino que los que vuelven al norte son sus descendientes.

Hoy en día existen varias teorías para explicar cómo los descendientes de estas mariposas son capaces de volver a los mismos sitios de los que salieron sus progenitores. Unas sugieren que se orientan a través de la posición del sol, mientras que otras proponen que las mariposas marcan los árboles con compuestos químicos. En cualquier caso, se necesitan más estudios para entender este comportamiento fascinante.

El colibrí rufo: un caso extremo

Otro caso curioso es el del colibrí rufo (Selasphorus rufus). Esta pequeña ave mide unos 8 cm de largo y pesa menos que una moneda de 5 céntimos de euro (3.5 gramos del ave vs 3.92 de la moneda). Sin embargo, realiza una de las migraciones más sorprendentes del mundo animal y la más larga comparada con su tamaño corporal.

Cada año, individuos de esta especie se desplazan más de 5 000 km entre sus áreas de invernada en México y el área de cría en el sur de Alaska en un tiempo récord. En el año 2010, una hembra anillada en Tallahasee (Florida) fue recapturada ¡solo 5 meses después en Prince William Sound (Alaska)!

Además, esta especie es muy fiel a las rutas migratorias que sigue, lo que ha permitido que anilladores de EE. UU. capturen los mismos individuos año tras año. El récord se ha establecido con la captura durante nueve años consecutivos de una hembra en Alabama.

Lo sorprendente no es solo que los mismos ejemplares vuelvan a los mismos sitios, sino que estudios de ADN han demostrado que los descendientes también siguen las mismas rutas que sus progenitores.
Los colibríes tienen metabolismos increíblemente rápidos, por lo que tienen que consumir entre 2 y 3 veces su peso en néctar e insectos cada día. Para ello deben visitar cientos de flores. En el proceso, transportan millones de granos de polen entre plantas, por lo que son especies clave para la reproducción de muchas especies de plantas.

Efectos del ave en las plantas

Durante los últimos seis meses, he tenido la oportunidad única de seguir a esta especie desde los bosques mesófilos de montaña de México hasta los lluviosos del sur de Alaska. A través de este viaje, he podido comprobar que su comportamiento va cambiando a lo largo de su ruta migratoria.

En México, donde la diversidad tanto de otros colibríes como de plantas es máxima, el colibrí rufo se alimenta del néctar de una gran diversidad de plantas. En cambio, a medida que se desplazan al norte y con la disminución en la diversidad de especies de plantas, su dieta se va reduciendo.

En Big Sur (California) el colibrí rufo se alimenta prácticamente del néctar de una única especie de planta, un tipo de grosellero (Ribes sanguineum). Durante las dos semanas de parada que el colibrí pasa en esta zona, se alimenta del néctar de miles de flores y de manera muy agresiva expulsa a otras especies de colibrí que se acercan.

Su comportamiento hace que sea muy eficaz en el transporte de polen entre diferentes individuos de grosellero. Hasta tal punto es eficiente que, cuando continúa su viaje al norte, disminuye el número de frutos producidos por el grosellero. Un cambio en la ruta migratoria del colibrí, podría tener importantes efectos sobre la planta.

Consecuencias de los cambios

En los últimos años, anilladores de EE. UU. han constatado que el número de adultos del colibrí rufo que recapturan se mantiene constante, pero disminuye el número de juveniles. Esto puede deberse a un descenso en la natalidad de la especie o a un cambio en las rutas migratorias que siguen. En cualquier caso, podría tener un efecto negativo no solo para la conservación de esta especie sino para la de las muchas otras especies que dependen de ella.

Los sistemas naturales no se pueden entender si no tenemos en cuenta que las especies que los conforman están relacionadas por múltiples interacciones y dependencias. El impacto sobre una de ellas puede tener efectos inesperados sobre las demás.

Nos queda mucho por entender de la biología y funciones de las especies migratorias. Pero algunos de los patrones que estamos observando y que podrían estar relacionados con el impacto de la actividad humana (cambio climático, modificación del paisaje, etc.) sugieren que es necesario implementar planes de conservación específicos para ellas.The Conversation

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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